Brasil es uno de los países más violentos del mundo. En contraste, los presos, incluso los condenados por crímenes atroces, son liberados por el estado durante las vacaciones. Nuestros políticos no muestran interés en reprimir la delincuencia; de hecho, se están suavizando las sentencias. A los intelectuales de izquierda les encanta escribir ensayos que afirman que los delincuentes en Brasil son en realidad "víctimas de la sociedad" porque no han tenido las mismas oportunidades.
Luego están los llamados grupos de “derechos humanos”, que, como en el famoso caso Eloá, se movilizaron cuando los agentes de policía pisaron el cuello del secuestrador para inmovilizarlo después de que éste hubiera abierto fuego contra las víctimas.
Mientras tanto, la población se opone rotundamente a la delincuencia. Incluso apoya la brutalidad policial, lo que refleja la grave situación.
Me sorprende sinceramente la brecha entre lo que piensa el brasileño de a pie y la opinión de quienes gobiernan nuestro país. Este tema apenas se menciona en las elecciones, salvo en términos vagos y superficiales. Uno pensaría que podría ser un factor decisivo, pero se ignora constantemente.
Foto de Florencia Potter